sábado, 18 de diciembre de 2010

Congelado

Cómo reanudar su historia, cómo asirme de su cuerpo y revelarle mis nuevas intenciones. Que no tengo material adecuado a su pasado, que los años incipientes calcinando los pensamientos corruptos, lo malo que muere al momento de tocar el exterior, etc. No sé qué hacer con él, qué decirle, qué explicarle, qué mentirle, qué enseñarle. No tengo un argumento poderoso para atraerlo a mi atención; mis palabras son un estorbo en sus alucinaciones. Su luz es la única luz, la única que puede salvarlo de la incertidumbre. Su luz es la ventana donde puede contemplar el universo de una manera excepcional. Hablarle sería decirle que estamos soñando. Hablarle sería morir junto a él en la absoluta soledad de los que imaginaron ser poderosos, cuando lo único que tenían era un lápiz y miles de olas rompiendo levemente en la tierra. Unirme a él sería violar el pacto entre su carne y mi carne intentando no herirse mutuamente.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Hipercondría

Siempre pensé que las últimas palabras eran las importantes cuando trataba de acordarme de algo. Escuchaba a mis padres hablar y lo trascendente era ver sus caras al terminar de decirme cualquier cosa. Ahí podía saber si se trataba de algo serio, si querían retarme o premiarme. En los libros los últimos capítulos resumiendo un dolor entero, una vida aburrida, una crítica desmenuzada hasta que no había a quién culpar. Crecer y andar en bicicleta, comer helados de naranja que se derretían en la boca mientras las parejas caminaban en medio de la calle porque no había autos, ni otros niños jugando a escapar y encontrarse. Crecer y ser una síntesis de extravíos, jugarretas y bolas pequeñas de colores entrando en cajas de zapatos con puertas numeradas. Todas las palabras, las alegrías, debían converger en lo que soy ahora; la suma de incertidumbres que me impedían dormir tranquilo y que me hacían creer en algo exterior a mi carne, alguna aparición que me protegiera de los demás, de cualquier cosa intentando hacerme daño.
Algo me dice que no he reparado en mis recuerdos con la suficiente rigurosidad que sus efectos tienen en mi conciencia, que mientras más solo me quedo en esta isla monótona, más olvido los orígenes. Mi vida se vuelca al corto plazo, a lo que haré en dos meses, a lo que hice la semana pasada. Y ni los juegos de la infancia, ni los párrafos conmovedores que lograban herirme y curarme, nada de aquello se refresca en lo que soy en estos momentos. Sin amor, sin mentiras, sin propósitos inútiles que me eviten perder y desviarme. Sigo mi camino en línea ascendente y regular; no sé por qué, pero lo continúo haciendo. Y he olvidado que me importaban las causas poderosas, las explicaciones formales y consistentes en cada orden emanada de alguna necesidad absoluta.
Extraño los errores, las carencias, las divagaciones fuera de la tierra y la luz, las sombras que aparecen durante la noche, los escombros subrepticios que me atan a un ambiente nebuloso. Sus ojos evadiéndome, mis ojos en los espejos, cuestionando alguna decisión básica, algún asunto que atañe al espíritu.
Hoy soy un engranaje más que vive por y para la sobrevivencia; un hombre que espera ansiosamente el devenir de lo útil. Estas palabras marcan mi presente. Y no hay vueltas hacia el pasado, ni cuadernos en los que escribir que desearía estar en otra parte, con el recuerdo en mi piel de haber vivido intensamente lo trágico y lo dichoso.

martes, 30 de noviembre de 2010

Ego

Hablar sobre ti como se habla del recuerdo. Adquirirte, manosearte, transformarte, justificarme, mentir, ser un pensamiento incrustado en las nubes que te cubren, que te impiden depender sólo de ti. Si te hablara del resto lo verías por mis ojos; si aprendieras algo diferente sería de mi experiencia. Si te quedaras solo sería única y exclusivamente por mi ausencia. De qué otra manera verías la lluvia, la naturaleza; cómo podrías creer en la libertad de tu cuerpo si llevas en cada paso la carga de saberte mío. Hablar de ti como hablarías de mí, sin saber que existo, ahora que estás solo y te observo desde lo alto, más allá de tus límites, donde crees que se agota el mundo. Todo lo que odies será por mi culpa, y lo que ames será una obligación más dentro de tus deberes.
Cuando cierres los ojos sabrás por qué estamos hablando sobre lo mismo, y despertarás con la noción de que los días tienen un propósito. Sólo así entonces podré seguir manipulándote.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Trayecto

Termina el día. En mi cuerpo sobran espacios de conocimiento y de dinero, que deseo llenar con lecturas y trabajo. Por estos lugares la suerte depende de los actos que mi mente dirija; es decir, no hay tal suerte. Las luces del faro corroen la perfecta oscuridad del exterior, opacándose en la luz artificial del techo. Podríamos dormir todos y que los barcos dieran vueltas interminables, como cubriéndonos de los pasos y los miedos que brotan encima de nosotros. Llegar a ningún lugar definido. Dormir en el regazo del inframundo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Sparks

Mi boca escapa de números, de fórmulas que predicen, de fauces iluminadas, de luces perfectamente precisas. El amor es una palabra extraña, una misteriosa confabulación; y existe sin embargo engendrado de rostros difusos, de maneras obvias para sentirme un humano más. He creado el amor como alguien crea fórmulas que tranquilizan, cuya misión es reafirmarnos una realidad normalizada. En resumen, un amor propio, retroalimentado por todo lo que recuerdo que era el mundo cuando decidí no participar más de él.

Si al modelar matemáticamente mis palabras me pareciera a la cuantificación de las palabras del resto; si aquello que soy es un amor universal, una creación perfecta del anhelo de los demás por saciarse. Si lleno el espacio con pedazos de amor, como vehículo indiscutible hacia la unidad; una ecuación aprehendida y convenida por fantasmas de hombres que alguna vez pensaron y sintieron lo eterno, finalmente, cuando no se encuentra a quien expresar aquello por lo que se ama...

Eres demasiado sencillo como para dejarte vivir en mi mundo.

martes, 26 de octubre de 2010

Frío

Si fuera por mí, si no fuera por la locura que me corroe, mis pensamientos tendrían ojos y bocas y se agotarían de clamar por un pedazo de silencio, anhelando volver a ser intangibles. En ese viaje entre mi interior y el cielo se trazan historias volátiles, de esas que se olvidan al despertar y se recuerdan con otros rostros, otros paisajes. Si mis pensamientos hablaran, si mis cuerpos convergieran de cada relato en uno único, uno trascendente, por encima del deseo, de la fantasía, la necesidad de tener hambre y soledad, de la necesidad de necesitar; si por alguna razón lógica llegara al absurdo, entonces no podría escucharlos, porque no aparecen y no gritan mi nombre, porque no deseo escucharlos, porque infinitas sin razones que nacen a una velocidad mayor que los mismos pensamientos.

En estos días en que, por alguna extraña mecánica de la naturaleza, el polvo se reúne en espirales y levita frente a mis ojos, medito largamente sobre lo incuantificable; y mi reacción natural a nombrarlo, asignarle una utilidad a mi desdicha, logra distraerme entre los pasos que doy. Su voz y su imagen vuelven a la vida, como una introducción evidente de algo horrible e inevitable. Cierro los ojos y sonrío imaginando su cuerpo con absoluto detalle, pues sé que es la única manera de seguir sobreviviendo, anticipándome a cualquier asomo de rutina o normalidad.

Si mis pensamientos cobraran vida, si él...

jueves, 7 de octubre de 2010

Neguentropía

Recargar el cuerpo. Estar vivo implicaba una carga enorme. Pero la muerte no lo inspiraba a hablar o escribir. Enmendar a la muerte con hombres transables, amar el sexo y crear en la variación de la furia.
El transcurso de la historia se comprimía mientras los años se hacían idénticos. Vivir aceleradamente las mismas cosas. Así envejecía y los demás no morían con él. Porque, qué era el placer sino una búsqueda de algo pequeño, suspendido en alguna contracción del tiempo. Entrar en él suponía retardar la putrefacción. Quizá por eso vivía por y para el instinto, porque así sería un hombre inmortal. Pero amaba y moría; se consumía por amor al resto. Allí estaba la trampa: vivir no era más que devorar la vida de los que se amaba y, como odiamos la soledad, preferíamos la muerte...

"Para qué seguir hablando -pensó-. Con qué fin..."

Desentenderse. Sus manos acariciaban una barba húmeda y negra. El agua se condensaba en las paredes mientras su vellos se erizaban, siguiendo instrucciones inapelables de su cerebro.

Sí, desentenderse y saciarse, corromper las obligaciones, el deber...

La sangre comenzó a converger en su sexo. Hoy sería la última vez que su cuerpo se desnudaría frente al océano.

Desentenderse... y nutrir a la tierra con sus entrañas.

martes, 5 de octubre de 2010

Hipóstasis

Luego de haber hecho el amor con las sombras, esparció el líquido vital en sus manos y lamió hasta el último de los espermios, no sin antes llegar a la conclusión, abstracta o como fuese, de que tarde o temprano, en una noche cualquiera, volvería a aniquilar a su propia especie.

Extendió los brazos y el mundo se paralizó en un segundo, haciéndole ver los innumerables rayos que la luz del faro provocaba en la lluvia.

Cerró los ojos y comenzó a soñar, hasta que la lluvia se detuvo y el sol se dispuso a aparecer. Cada uno de sus pequeños hijos nacían de su piel y se multiplicaban, empujados por los movimientos de su cintura. Soñó que detrás de él la vida se expandía a una velocidad infinita, pero manteniendo el mismo cuerpo. En ese momento, millones de nuevos hijos se gestarían al interior de sus entrañas.

Restaban pocas horas para que una nueva antropofagia comenzase.

El sol lo despertó de golpe en la tristeza, dejándolo con un sabor amargo en la boca y, su cuerpo, más solo que nunca.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Regresión

En medio del silencio apreté firme mi mano. Los sonidos del exterior fueron fantasmas que se plegaron hacia otros planos, entregándome un paisaje libre. Sentí los pies en la tierra y cerré los ojos. Él no estuvo conmigo, lo que había inventado de su cuerpo había desaparecido.

En el cielo volaron mariposas; el sol brilló sobre mi cara derruida. Más que nunca, fue el momento para levantarme de la tierra.

El agua no tocó mi cuerpo.

Él había dejado de existir.

martes, 14 de septiembre de 2010

Go Slowly

Aquí, acércate lentamente... Acércate lentamente hacia mí. He estado esperando paciente, pacientemente... No lo hacía, pero ahora puedo ver...

Que hay una manera de escapar.
Hay una manera de escapar...

Hay una manera de escapar.
Hay una manera de escapar.
Hay una manera de escapar...

lunes, 13 de septiembre de 2010

Recodos

Hoy te quedaste sin historias, sin pautas en las que pensar y masticarlas recostado. Tenías sueño y pensabas en él; millones de mundos que se ramificaban de su cuerpo. Los recuerdos se agolpaban con rapidez en tu cabeza, como si se protegieran del viento que nacía de la tarde. Supusiste algunas nubes rojizas en que parte de su silueta se proyectaba como una marioneta gigantesca. Querías tocarla y extendiste los brazos, llorando y exigiéndole a tu dios una respuesta.

Meditaste largas horas sin resultado.

Él no existe sino en tus palabras cuando lo evocas y lo saludas. Hoy está dentro de ti, se ha fundido con tu espíritu. No dejes que se te escape; permítele ser tú y así aliviar tu carga.

Los últimos rayos del sol te devolvieron a la costa, donde su imagen divagó, donde te sentiste nuevamente separado, arrancado de alguna parte.



Así morirás. Te ofrezco una nueva historia...




No.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Envidia

Eran caminos inconmensurables, llenos de desvíos y bifurcaciones. Allí estabas parado sin saber hacia dónde dirigirte. Deseaste ser como ellos, tomar el camino más corto y ver la luz, pero algo dentro de ti, alguna sensación extraña, te lo impedía. Los túneles se hacían más extensos, llevándote por esquinas oscuras. Fue allí que te preguntaste si valía la pena marginarte y estallar mentalmente, si tus acciones rendirían frutos, si no era mejor escapar y compartir con ellos en la luz, alejado de los mortales.

Era inútil; la decisión ya estaba tomada. Había que seguir perdiendo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El último hombre

Septiembre. Las olas despertaban lentamente del hielo austral. El sol volvía a asomarse luego de meses de ausencia. La naturaleza renacía por inercia astronómica. Para nuestro guardafaros el tiempo adquiría nuevos matices, más llamativos, como si transcurriera más deprisa y quisiera perpetuarse en cada centímetro de tierra. Era la hora del mediodía, cuando el sol eliminaba las sombras de su cuerpo y lo devolvía al presente. Se preguntó si podía haber otros como él, existiendo en algún lugar distante, deseando con la misma intensidad, soñando, eliminando hechos, recreando situaciones maravillosas. Se preguntó si alguna vez llegaría a conocerlos. ¿Serían como él? ¿Cómo los reconocería?

Entró en su habitación abrumado por sus nuevos pensamientos, llenos de nombres y personas desconocidas, próximas a ser descubiertas y adquirir importancia. Surgía en él un propósito renovado; se prometió no descansar hasta convertir en realidad cada una de sus visiones. Y cuando lo lograra, sería el fin de su camino.

Desde su ventana contempló el cúmulo de arreboles que se revelaban frente a sus ojos. Miró hacia el cielo; las primeras estrellas le indicaron el próximo paso. "Algún día -se repitió a sí mismo observándolas-, algún día volveré con ellos..."

domingo, 22 de agosto de 2010

Dos.

A partir de entonces dejó su cuerpo al arbitrio de las preguntas. Ninguna respuesta logró satisfacerlo plenamente, por lo que decidió levantarse y evocar en la luz del faro alguna idea que lo sumergiera en el letargo. Con el paso de los minutos comenzó a contar los objetos que lo rodeaban desde el exterior. Pensó en él: transgredir la transacción, la carne, la utilidad de los movimientos, hacerlos inútiles... El frío terminó por arrastrarlo hacia su cama; sábanas deshechas que conservaban el olor a sexo de la noche anterior.

Las vueltas en la luz lo condujeron rítmicamente hacia la inconsciencia.

Tuvo sueños que mucho más tarde intentó desentrañar.

Pero ¿cómo nadie puede desentrañar el significado de los sueños?

miércoles, 18 de agosto de 2010

.

Te pido que te comportes como la gente, como lo hacías antes de conocerme, como si luego del futuro quedara plasmada tu ingenuidad en las estatuas. Me quedo dormido pensando en qué contarte para no acabar con la atención hacia mi boca. Hablo de ti, de las canciones que se repiten cuando me preguntas por las características de tus entrañas, de eso aburrido que surge después de tomar demasiado. Supongo que no quiero seguir hablando de lo bien que era hablar liberándonos del exceso de heroísmo. Entonces vienes entrando con el sexo dispuesto a azotarme con vehemencia. Te ves radiante y único y asombrosamente visible. Al cerrar los ojos empiezo a desconocerte y la violación comienza sin ningún minuto de retraso.

sábado, 7 de agosto de 2010

Irracional

No, y quizá debido a aquella imprecación es que el deseo de lo contrario se hace más latente. Por tantos recuerdos tuviste que aceptarme para indicarme que, al final de este viaje, algo iba a decirnos que no iría a bastar más para levitar. El silencio, sentir que debajo de nosotros se alejaban los hombres, creando ramificaciones de humanidad. Dijimos que no y con ello murieron los viajes, las salidas al mar, el viento que nos empujaba hacia lo inexplorado. Con una sola negación nos abandonamos al hastío y la certeza de hallarnos encerrados en nuestras respectivas camas, cerrando a propósito los ojos, como si en la oscuridad nos sintiéramos menos solos. Y es así que en la madrugada surgen nociones antónimas de lo que me rodea: esperanza, paz, tú; palabras lo suficientemente deseadas como para no querer verlas aplicadas en lo que, sabemos, es lo único mediocre que nos acompaña, y que no permite lograr la revolución en nuestras cabezas.

lunes, 19 de julio de 2010

Eje

Creías que el infierno era para los idiotas del continente, esos cerdos royéndose las espaldas en círculos, uno detrás de otro, hasta que te viste dentro de él y sus llamas te cegaron la vista; formaste parte del círculo, aislándote del resto como un pequeño cometa cuyas riendas se han liberado de su amo. Eras tú el centro de todos ellos, a la misma distancia de sus rostros. La vida giraba aceleradamente mientras tú, inmóvil, la veías como una nebulosa. Te adentraste en el núcleo del amor sin amor; en la poesía de tu cama, habiendo renunciado a la locura. Alcanzaste el equilibrio perfecto y has dejado de ser una persona, para transformarte en inercia pura, en sombras que no han de verse jamás porque, claro, sabías que así sería tu camino: abandonarte a la paz, quemando tu propia vida. Has vuelto a nacer de entre los muertos, en un mundo sin luz, sin guías y sin espejos. Ahora dime, pequeño guardafaro, de qué se trata tu historia, por qué tu cuerpo está más solo que nunca y llora mientras la luz da vueltas y te golpea en los ojos. Dime si seguirás siendo el equilibrado centro de la gran rueda a la que llamas vida, mientras los demás dan vueltas en la periferia y salen disparados a un lugar que no conoces, donde sabes que nunca podrás alcanzarlos. Dime si durante un pequeño instante has deseado ser como ellos, y escapar de tu isla dormida, donde el conocimiento y la verdad han dejado de importarte.

domingo, 18 de julio de 2010

Domingo

Cuando trato de escribir en mi diario sobre los pensamientos que suelen venirme acerca de lo cotidiano, lo cambio por alguna frase taxativa y universal, que encierre todas las variaciones de mi pensamiento. No sé adónde me lleve este método, si a la palabra esencial, la primera, "dios" (no quería nombrarlo), "luz", o si me hundirá en el mutismo. Pero me suena tan frío, tan a poco humano; porque abrir una puerta y recibir a alguien con las manos limpias es algo que podemos palpar a menudo; sin embargo, cuando escribo que a aquella persona la pierdo velozmente de mi dominio, cuando esbozo que aún lo amo o lo odio o rasgo mis vestiduras gritando en contra del absoluto, ese que delira no soy yo. Mi día consiste en equilibrar el foco, limpiar las concavidades que Fresnel esbozó para ahorrarnos cristal y reportar a mis superiores los vaivenes de los barcos. Y siento que mi vida no es más ni menos que esto, que a pesar de las miles de historias y meditaciones que podría experimentar, al momento de aterrizarlas soy un simple cuerpo al interior de una edificación que pasará al olvido cuando la tecnología así lo requiera. Entonces, probablemente no me gusta la idea humana del vivir a diario y me refugio metafísicamente en la luz y la soledad y todas esas palabras que no existen.
Luego de haberme auto-respondido y afirmado y validado, me pregunto si era esto lo que esperaba realizar, independiente de los diarios o la cabeza; amor hacia mis actos, filiación con mi existencia. Y no lo sé y no lo escribo. Supongo que tengo miedo de llegar a morirme algún día habiéndolo conocido...

Estoy cansado.

miércoles, 30 de junio de 2010

Febrero

Me pregunto en qué momento habré pasado debajo de tu pieza, de tu escritorio, de tu cuerpo, tus ojos, tu boca sonriéndole a los niños, y ellos preguntándote por qué se mueve tanto la tierra. Es que no saben que debajo de ella cruzan la ciudad miles de pequeños hombrecitos esperando ansiosos regresar a sus casas, y entre ellos yo, que todas las tardes mira hacia el techo, en dirección a tu ventana, con la intención de que sepas que nunca te he olvidado, y que extraña verte sonreír más, aquí, junto a nosotros, como si nunca te hubieses marchado.

(Cuento enviado a Santiago en cien palabras, año 2010.)

domingo, 27 de junio de 2010

Reminiscencias

Pronto nos iremos, allá donde la luz no nos alcance, donde las miradas dejen de esclavizarnos. Volveremos a través de los años que demacraron nuestros instintos. Y entonces las palabras volverán a la vida, y los recuerdos serán otra vez tangibles, y el llanto y la rabia y la esperanza, y los sueños en donde la luz del faro muere en obsolescencia. Solo, siempre solo, regurgitando personas y lugares hermosos que sobrevivirán de alguna manera a este sucio y triste pedazo de mundo.

¿Qué haré conmigo?

Existir y no volver a verme; cubrir mi cuerpo a la oscuridad de las noches. Pero los días seguirán doliendo en mis ojos, quemándolos con su infinita nostalgia. Y aún así deseo partir, contra toda locura y todo regreso; contra todo posible camino o final. Llegar a ninguna parte, y olvidar que alguna vez vestí un cuerpo de hombre.

Pero... ¡oh dios, qué haré conmigo!; ¡cómo lo hago para deshacerme de mí!

y no retroceder, no volver a gritar tu ausencia...


Creer ingenuamente que con un llanto algo puede irse para siempre.

jueves, 24 de junio de 2010

Junio

Cruzando la puerta podía verse su silueta encogida hacia la mesa, con la cabeza apoyada en el brazo derecho, mirando hacia la ventana. La luz entraba de a seis cuadrados y se amplificaba sobre la pared crema que rodeaba la puerta de entrada. Nuestro héroe mantenía los ojos abiertos, procurando asimilar tanta luz como fuera posible, tanto así que pestañeaba sólo si era estrictamente necesario. A juzgar por la inclinación de los rayos solares supuso que eran las cinco de la tarde, dado que estaba terminando el otoño y en un rato más comenzarían a aparecer algunos arreboles. Observó el cielo: los bosquejos ocres se confundían con el violeta y los residuos amarillentos que habían sido olvidados durante la tarde. Las nubes se encontraban revueltas, como si alguien las hubiese manoseado con distracción. A estas alturas la luz comenzó a avanzar por la pared, subiendo por los guardapolvos y luego la manilla de la puerta. Su cabeza giró hacia la entrada y siguió lentamente la trayectoria (le era costumbre dado su oficio), con la sensación de que pronto los cuadrados perderían intensidad y se difuminarían en el resto de la habitación. Luego de veinte minutos tomó conciencia de que estaba perdiendo su tiempo y se levantó en dirección a la ventana.

"De qué te preocupas, si nadie te está vigilando", pensó, mientras acomodaba sus manos en el marco inferior.

La noción de que en realidad nadie lo observaba lo hizo sonreír un par de segundos (sonrisa simulada, pues daba lo mismo si se notaba naturalmente o con poca expresividad).

"Hace cuánto que no digo una palabra", imaginó rápidamente, tratando de asegurarse de que jamás había reparado (y que no volvería a reparar) en tal pensamiento.

Sus ojos se enfocaron en el reflejo de los arreboles en el mar, como si en ese momento la realidad consistiera en esa pequeña multitud de olas imprecisas, solamente el reflejo del espacio en ellas. Sus manos apretaron suavemente el marco de la ventana y su boca, nuevamente inexpresiva, dispuso a abrirse, dejando fluir algunas palabras incompletas, en ciernes, ninguna de ellas con la suficiente exactitud como para auto-significarse.

"No, no puedo...", balbuceó. "No".

Cerró los ojos y respiró profundo. Había llegado la hora de descansar. Lo mejor, a su parecer, era no pensar demasiado las cosas; menos aún si quedaban tantos años todavía por caminar y fumar, alrededor del faro y en su habitación, todos los miles de pensamientos que su cabeza hilaría con impaciencia.

domingo, 20 de junio de 2010

No quedaba más remedio que flotar pasivamente en el agua y sentir el frío como miles de pequeñas dagas a lo largo de la piel. Sí, me oí gemir como nadie a la hora de mi muerte y sin embargo no hice nada, porque jamás pensé que me recuperaría y que traicionaría nuestro pacto. Es por eso que no me da pena, sino asco, de mí, de nosotros, de mi cuerpo apuñalado y el reflejo de la luz delatando lo que no busqué explorar. Porque no quería saberlo, no quería despertar y tú lo hiciste tangible; descubriste el velo que separaba la miseria de la sobrevivencia. Lo sé, estamos muertos, a nivel de carne, de sueños, de delirios, pero eres tú quien toca mi frente y la vuelve esclava de la memoria.

Dolerme por fragmentos a destiempo, anticipándome a cada ausencia, recibiéndome en algún recodo anómalo. Allí donde respiramos y podemos observarnos en soledad. Entonces evoco tus máscaras como un remedo de hechos nebulosos, sumergidos en lo más profundo del agua.

Tú, cuánto te recuerdo, cuánto atañes las cosas, cuánta vida ha de resquebrajarse para igualar el daño que podrías causarme. Y es que me obligas a proferir palabras humanas, tan tristes y sinceras, tan amargamente dulces...

Sé que, finalmente, serás tú quien gobierne desde lo alto la luz que repose sobre mis restos; y sé que, cuando emerjan mis palabras desde el océano, proclamarás de una vez por todas que la inocencia ha sido exterminada.

lunes, 7 de junio de 2010

Otro año más

Hace poco pensaba en la idea de reducir mi lenguaje, puesto que vivo y recuerdo menos experiencias y, además, sin ya la misma fuerza que antes. Pensé en usar términos neutrales, estables, intermedios, mesurados, que describieran mi verdadera condición de anacoreta. Tendría que eliminar palabras de euforia, de amor intenso, de odio, de angustia, de extrema felicidad, y dedicarme a la mera concatenación de palabras básicas: verbos de acción general, preposiciones y sustantivos relativos a necesidades. Mentiría al hablar con palabras extremas, porque se notaría en mi tono de voz que no me pertenecen; sería actuar demasiado, por decirlo de alguna manera. Inmediatamente imaginé el límite: pender de un hilo infinitamente recto, sumido en la plena seguridad de la costumbre, sin vaivenes, sin ese show del que los trapecistas se valen para encantar a los espectadores; y allí, rígidamente, estático sobre la cuerda, profesar balbuceos instintivos: sin poesía, sin arte, sin nada que estorbe a la minimalidad de mi mensaje, hasta llegar al completo silencio, mudo, borrando el habla de mis capacidades, dedicándome así a mi propia vida, ajena de cualquier estímulo; vida un poco muerta, pero con la mínima fuerza para mantenerse vigente.

"Las palabras que callo cambiaran de sentido:
Yo no puedo decir una cosa por otra,
La poesia no se hace en los labios
Solo puedo llamarte por tu nombre, lo siento
Aunque del lado tuyo este la tierra
Y te parezcas como nunca al amor, bajo la astucia de sus manos
Que encaminan los pasos de cada una de sus hijas."
(Fragmento de "Zoológico" - Enrique Lihn.)

domingo, 6 de junio de 2010

Círculo

Esperó a que cayera la tarde y se tumbó en la cama con el único objeto de aturdir al instinto. Miró hacia el techo y respiró profundo mientras sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo en búsqueda del sexo. Cerró los ojos e imaginó que sus manos eran las de otro ser deseándolo a medida que sus manos masturbaban su pene. No existía el abandono; miles de hijos nacían para acompañarlo, nadaban ciegos en el humor disparado a la luz y aterrizaban en su cuerpo, mientras él gemía y la noche se hacía más intensa. Abrazó a sus hijos con las manos llenas de semen y comenzó a llorar, encogiendo su cuerpo como un feto; abrazó a sus víctimas antes de que fuera demasiado tarde, porque morirían alimentándose del océano hasta quedar seco, adheridos a su pecho, cansados de buscar la diminuta esfera de la vida. Lloró hasta dormirse, abrazado a sí mismo, él y sus pequeños hijos dispersos en la gran esfera, reencontrándose por fin, nadando juntos en la dirección de la luz.

viernes, 28 de mayo de 2010

Humanidad

Mientras caminaba y silbaba a las afueras del faro pensaba en cómo acelerar la historia de lo que ocurriría el día de hoy, cómo eliminar las acciones intrascendentes y conservar las valiosas. Por ejemplo, estar caminando dos horas y reducirlo a dos líneas que dijeran que durante ese rato volaron doce gaviotas, los rayos del sol avanzaron tantos grados en la eclíptica y... No importa: comprimir un día en un párrafo de su diario. Hoy caminé fuera del faro y di vueltas en él, mientras volaron doce gaviotas y la luz del sol movió la sombra de mi cuerpo en tantos grados, siguiendo la eclíptica. A las gaviotas y a la eclíptica no les interesaba esto; tampoco a las futuras olas que desharían las páginas de su diario; para ellas su caminata no era valiosa, así como tampoco lo eran los hombres que competían fuera de su vista. Era valioso en el sentido de que debía conservar sus pensamientos y sus recuerdos y sus caminatas, y lo que había pensado al ver el mar ayer a las seis, cuando escuchó que no había nada ni nadie cerca de él. Escribió que no había nadie y sintió pena, porque se había acostumbrado a ser el pastor de su propio rebaño, provisto de ideas fantasiosas y hombres que lo buscaban; y darme cuenta de que...

Entró al faro y tomó su cuaderno. Miró rápidamente las hojas, desde el principio, aleatoriamente; en ellas había sueños de hombres con sus respectivos nombres, esperando las instrucciones del gran pastor. Esto es lo mejor para el bienestar de ustedes, y luego una sentencia, un acto, una pieza del rompecabezas que encajaría de distinta manera para crear un enorme cuadro de hechos, el cual acabaría por estrenar en alguna época maravillosa.

Se sentó y miró el atardecer. No pertenecía ni al rebaño ni tenía el título de pastor; era una masa etérea que sobrevolaba los campos y sentía la furia de las tormentas. Comprendió que los efectos de sus actos engendrarían una energía invisible, imperceptible. Sentí pena de mí mismo, al mismo tiempo que las sombras se fundieron en la oscuridad de la noche.

Escribió sobre esto y otros momentos en su diario, sin saber para qué, ni para quién.

viernes, 26 de marzo de 2010

Ritmo

Sí, era yo quien vagaba mientras mi consciencia me suplicaba para que abriera los ojos al llamado del faro. En mi escritorio había relojes y papeles en blanco que intentaron conectar este mundo con el de mi viaje, sin resultados. Los relojes marcaban una hora estática, pero los había olvidado con irascible indiferencia. No hoy, hace días, cuando aún no se forjaban espejos, cuando sólo existía mediante mis palabras eso que otros llaman compañía, un hombre, alguien al otro lado del espejo, me despedí y me di un abrazo, simbólicamente, como si no fuera a verme jamás, como si al dormir me perdiera para siempre en un laberinto; esta vez sin faros, sin luces que invadieran mi cuerpo, sin voces en las que despertar moribundo. Pero fue inútil; abrí los ojos, tomé una hoja de papel, la traslucí a la omnipotencia de la luz, y escribí, volviendo los relojes a su curso natural, continuando con la lenta destrucción de mi cuerpo y de mi espíritu.

martes, 16 de febrero de 2010

Teleología

El fin del universo transcurría a destiempo, anticipándose a la fecha normal de destrucción. Todos los faros que bordeaban las costas apagaron sus luces en memoria de los que nos habían abandonado. Mi faro seguía en pie, intacto, inmune a las tempestades. Era el único que seguía con la luz encendida; quizá como indicación de resistencia; porque no podía ni debía olvidar a los que me siguieron a ciegas. La luz del faro daba vueltas y yo la veía en un rincón del círculo, tapándome la vista cuando pasaba por mi lado. Afuera, lejos, la tierra hacía de las suyas y hundía en el vacío ciudades enteras, rostros que morían aplastados entre las grietas donde en un pasado gritaron con orgullo: ¡aquí yacerán nuestros restos, y los de nuestra sangre!

La luz y yo permanecimos en la isla como si nada hubiese cambiado. Sabía perfectamente que era probable que quedara sólo yo con vida, pero no importaba; debía hacer girar la maldita luz una y otra vez, y procurar que nunca se extinguera. Supe que había muerto cuando la luz me alcanzó los ojos y sólo pude divisar un inmenso barco, cuya misión era llevarme de vuelta a casa, donde al fin habría de iniciar mi vida normalmente, como cualquier hombre ordinario.