El pasado. Dejaba sus ojos abiertos a las preguntas.
Se imaginaba explicaciones al acariciar los vellos del pecho. Una a una se replicaban y maduraban, asediando hasta los pensamientos más mecánicos.
El pasado era una corroboración de que las respuestas aparecían cuando nadie las necesitaba.
Su sexo aún se encendía al rozar la incertidumbre.
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