viernes, 28 de mayo de 2010

Humanidad

Mientras caminaba y silbaba a las afueras del faro pensaba en cómo acelerar la historia de lo que ocurriría el día de hoy, cómo eliminar las acciones intrascendentes y conservar las valiosas. Por ejemplo, estar caminando dos horas y reducirlo a dos líneas que dijeran que durante ese rato volaron doce gaviotas, los rayos del sol avanzaron tantos grados en la eclíptica y... No importa: comprimir un día en un párrafo de su diario. Hoy caminé fuera del faro y di vueltas en él, mientras volaron doce gaviotas y la luz del sol movió la sombra de mi cuerpo en tantos grados, siguiendo la eclíptica. A las gaviotas y a la eclíptica no les interesaba esto; tampoco a las futuras olas que desharían las páginas de su diario; para ellas su caminata no era valiosa, así como tampoco lo eran los hombres que competían fuera de su vista. Era valioso en el sentido de que debía conservar sus pensamientos y sus recuerdos y sus caminatas, y lo que había pensado al ver el mar ayer a las seis, cuando escuchó que no había nada ni nadie cerca de él. Escribió que no había nadie y sintió pena, porque se había acostumbrado a ser el pastor de su propio rebaño, provisto de ideas fantasiosas y hombres que lo buscaban; y darme cuenta de que...

Entró al faro y tomó su cuaderno. Miró rápidamente las hojas, desde el principio, aleatoriamente; en ellas había sueños de hombres con sus respectivos nombres, esperando las instrucciones del gran pastor. Esto es lo mejor para el bienestar de ustedes, y luego una sentencia, un acto, una pieza del rompecabezas que encajaría de distinta manera para crear un enorme cuadro de hechos, el cual acabaría por estrenar en alguna época maravillosa.

Se sentó y miró el atardecer. No pertenecía ni al rebaño ni tenía el título de pastor; era una masa etérea que sobrevolaba los campos y sentía la furia de las tormentas. Comprendió que los efectos de sus actos engendrarían una energía invisible, imperceptible. Sentí pena de mí mismo, al mismo tiempo que las sombras se fundieron en la oscuridad de la noche.

Escribió sobre esto y otros momentos en su diario, sin saber para qué, ni para quién.