viernes, 31 de julio de 2009

Madrugada

Las luces del exterior rebotan en las paredes hasta llegar a mis retinas; las capturo como una realidad tangible y las retengo en mi memoria para iluminar el interior. Estiro mi cuerpo con dificultad mientras las sábanas calientan mi cuerpo. La noche se divide entre la porción iluminada por el faro y la oscurecida, se fragmenta y se reconstituye. El ciclo de la vida en su expresión más simple. Más allá de la luz se encuentran bestias y hombres, jugando a destruir la perfecta estructura de mi sueño.
Mi cama me cobija mientras la gran luz gira en torno a la tierra y los océanos. De vez en cuando algunos humanos logran ver mi morada y siguen de largo, preguntándose quién es el que se ha abandonado a una zona tan desierta. Mis ojos alcanzan a contemplar el movimiento de los barcos, cuyas rutas se dirigen hacia mundos que desconozco; luego se aferran al abismo de la noche y desaparecen de mi ventana.
El tiempo retrocede y avanza intempestivamente; experimenta saltos y dibuja siluetas nuevas que mi cerebro no puede entender. Sin embargo, todavía sigo despierto, y la noche se vuelve terriblemente eterna.

Trataré de dormir nuevamente.

En algún momento volveremos a ser.

martes, 28 de julio de 2009

Arreboles

Hoy he caído por voluntad propia a la soledad más triste. Quisiera hacer algo para remediarlo pero estoy agotado y no puedo ni siquiera levantarme. Esta soledad se ha instalado en todos los ámbitos de mi ser: el amor, mis amistades y mi familia. Como siempre, me queda la luz del faro dando vueltas, pero ella no me habla, no me consuela. Mi vida se ha acostumbrado al movimiento del foco: una vuelta predecible y lenta que vuelve a su punto de partida. Hoy escribí frases nuevas en mi diario pero mañana serán las mismas de todos los días. Los hechos que, creo, son novedosos, terminan siendo la transformación de mis recuerdos más preciados. ¿Será que debo vivir en mis sueños para seguir existiendo, al menos hasta que la riqueza de la vida me despierte de golpe?

Luego de meditar estas frases, miro el mar teñido por el arrebol del cielo.
Camino siguiendo la luz del faro proyectada en el océano.
Pienso en el rostro de mi amor que, sin conocerlo, envejece.
Las olas chocan súbitamente con su límite.
Las horas no terminan y se hunden en mi cabeza, extendiendo mi desdicha.

Tal vez sea así como mueren los hombres, abrazados al cariño de un hermoso sueño que jamás podrán recordar.

viernes, 10 de julio de 2009

Círculo

Fue entonces que decidí callar en desmedro de mi propia inteligencia. Decidí apagar mi consciencia y bloquearla frente a cualquier estímulo, creyendo que así soportaría más el transcurso del tiempo. La luz del faro daba vueltas a escondidas, escapándose de las palabras, mientras mi pensamiento dibujaba bocetos de un mundo enfermo guiado por mis manos. Llegué a tener la razón de todas las cosas, de todas las ideas; los hombres escuchaban mis consejos y se arrodillaban cuando los miraba a los ojos; mi voz curaba a los exhaustos y orientaba a los que no seguían el orden de mis principios. Mi luz y yo recorríamos con la mirada la vasta oscuridad cíclica que rehusaba abandonarnos, pues de aquel caos mis palabras confluían y perduraban. Mis bocetos fueron amoldándose a mis valores; en ellos todo era perfecto; no era necesaria la existencia de ningún faro porque una luz superior a la mía, retroalimentada por la humanidad, iluminaba toda la existencia.
Finalmente sentí que una mano tocaba mi frente y la acariciaba. Comprendí que todo lo que había planeado y creado pertenecía a un leve trazo del boceto de un ser superior a mí, y que mis manos eran dirigidas como las de una marioneta. Desde ese momento mi vida se redujo a un sueño inexpugnable, donde la mente sería eternamente la esclava de un poder desconocido y supremo.
Fue entonces que abrí los ojos, contemplé la luz del faro y decidí, llorando secamente, apagar mi consciencia y callar para siempre todas las palabras.