lunes, 19 de julio de 2010

Eje

Creías que el infierno era para los idiotas del continente, esos cerdos royéndose las espaldas en círculos, uno detrás de otro, hasta que te viste dentro de él y sus llamas te cegaron la vista; formaste parte del círculo, aislándote del resto como un pequeño cometa cuyas riendas se han liberado de su amo. Eras tú el centro de todos ellos, a la misma distancia de sus rostros. La vida giraba aceleradamente mientras tú, inmóvil, la veías como una nebulosa. Te adentraste en el núcleo del amor sin amor; en la poesía de tu cama, habiendo renunciado a la locura. Alcanzaste el equilibrio perfecto y has dejado de ser una persona, para transformarte en inercia pura, en sombras que no han de verse jamás porque, claro, sabías que así sería tu camino: abandonarte a la paz, quemando tu propia vida. Has vuelto a nacer de entre los muertos, en un mundo sin luz, sin guías y sin espejos. Ahora dime, pequeño guardafaro, de qué se trata tu historia, por qué tu cuerpo está más solo que nunca y llora mientras la luz da vueltas y te golpea en los ojos. Dime si seguirás siendo el equilibrado centro de la gran rueda a la que llamas vida, mientras los demás dan vueltas en la periferia y salen disparados a un lugar que no conoces, donde sabes que nunca podrás alcanzarlos. Dime si durante un pequeño instante has deseado ser como ellos, y escapar de tu isla dormida, donde el conocimiento y la verdad han dejado de importarte.

domingo, 18 de julio de 2010

Domingo

Cuando trato de escribir en mi diario sobre los pensamientos que suelen venirme acerca de lo cotidiano, lo cambio por alguna frase taxativa y universal, que encierre todas las variaciones de mi pensamiento. No sé adónde me lleve este método, si a la palabra esencial, la primera, "dios" (no quería nombrarlo), "luz", o si me hundirá en el mutismo. Pero me suena tan frío, tan a poco humano; porque abrir una puerta y recibir a alguien con las manos limpias es algo que podemos palpar a menudo; sin embargo, cuando escribo que a aquella persona la pierdo velozmente de mi dominio, cuando esbozo que aún lo amo o lo odio o rasgo mis vestiduras gritando en contra del absoluto, ese que delira no soy yo. Mi día consiste en equilibrar el foco, limpiar las concavidades que Fresnel esbozó para ahorrarnos cristal y reportar a mis superiores los vaivenes de los barcos. Y siento que mi vida no es más ni menos que esto, que a pesar de las miles de historias y meditaciones que podría experimentar, al momento de aterrizarlas soy un simple cuerpo al interior de una edificación que pasará al olvido cuando la tecnología así lo requiera. Entonces, probablemente no me gusta la idea humana del vivir a diario y me refugio metafísicamente en la luz y la soledad y todas esas palabras que no existen.
Luego de haberme auto-respondido y afirmado y validado, me pregunto si era esto lo que esperaba realizar, independiente de los diarios o la cabeza; amor hacia mis actos, filiación con mi existencia. Y no lo sé y no lo escribo. Supongo que tengo miedo de llegar a morirme algún día habiéndolo conocido...

Estoy cansado.