miércoles, 27 de mayo de 2009

Una imagen

Demasiado tarde cuando las raquíticas noches se agolparon para salvarme del efecto de ser escupido por la luz. El asco no me permitía ver y la sangre fluía acelerada entre los surcos de mi cara. La luz atravesaba mis retinas y encendía los últimos recodos de mi cerebro, pudriéndolos con su nefasta intensidad. Luego tomé el cuchillo con fuerza y seguí cortando el contorno de mis párpados, apretando con las uñas mis mejillas. Las lágrimas emulsionaban la sangre y la fijaban en mis pupilas, las que intentaban enfocar lujuriosamente el faro. Su luz solitaria y la mía por fin estaban, ahora y para siempre, unidos por un monótono girar en la tierra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el guardafalo

Saludos loco!