martes, 12 de abril de 2011

Remolinos

Los payasos se deformaban al traslucirse en mi vaso de vodka, el cual tomaba y examinaba como un objeto precioso. Se escuchaban a lo lejos los organilleros y los niños corrían en todas las direcciones. Desde mi ventana los contaba de a pares: los niños y sus madres tomados de la mano, caminando en búsqueda del saltimbanqui o de los caramelos con formas triangulares y multicolores. Era un día de olvido para los trabajadores y de libertad para los niños. El organillero daba vueltas a la manivela mientras los remolinos giraban y animaban el espectáculo. Agarré mi vaso y bebí el resto, observando entretanto lo que ocurría afuera; en el centro convergían los primeros fuegos artificiales y la noche se dibujaba en los bordes. En mis adentros sentía que volvía a ser como uno de los niños que corrían al final de la feria, donde el saltimbanqui se preparaba para deslumbrarnos con su último acto. Reíamos y abríamos la boca hipnotizados por el asombro, sentados uno al lado del otro, sin saber que nuestras madres nos buscaban al otro lado del mundo, desesperadas por llevarnos a casa. Así se fueron juntando las horas, una tras otra, hasta sumar una larga noche que, sin quererlo, había llegado a su fin.
Caminé hacia donde estaba mi madre, en el centro de la plaza; toqué su espalda y, al darse vuelta, me retó con su cara llena de furia; luego de un par de gritos, me tomó de la mano y me condujo a la salida. En el cielo los últimos fuegos iluminaban más que las estrellas y sus estruendos seguían haciendo llorar a los menos experimentados.

Tomé el vaso y me serví el vodka que quedaba en la botella. Caminé hacia la ventana, cerré los ojos y tomé un trago; luego miré hacia el cielo a través del centro del vaso. No había organilleros, ni payasos, ni dulces; sólo la luz del faro dando vueltas, deformada en el cristal, hasta llegar a mis pupilas.

Así fueron sumándose en mi cuerpo horas, meses y años, lentamente, al ritmo de las revoluciones del faro.

De repente sentí que alguien había tocado mi espalda; me di vuelta, pero no había nadie.

Creí por un instante que era la vida, la que al fin me había encontrado.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Porque Vodka? noto cierta nueva inspiración, se lee diferente hasta más optimista, me alegro. lástima que tardaste 15 dias en actualizarlo.

Anónimo dijo...

Amé la conjugación de los verbos. Aún la continúo amando. Creo que fue ex-profeso de su parte. Y es la conjugación la que transportó al hombre con el vaso a ser un niño más. Así lo entendí yo. Que así quede escrito. Selah.

Joaquín Romero dijo...

Alguna vez, alguna vez tal vez, me iré como sin quedarme, me iré como quién se va (A.P)

Lo prometido es deuda, has sido posteado :)
un gusto haberlo conocido compañero

Yasmin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Yasmin dijo...

El problema es que siempre falta algo. Siempre pareciera ser que lo que falta es lo que nos llama a quedarnos donde mismo.
¿Qué es lo que tenemos?
Tienes mucho, mucho más para seguir jugando con el faro y su reflejo imperturbable en el paso del tiempo impreso en nuestro cuerpo: tu propia creación.
Me gustó mucho más que todo lo demás.