viernes, 28 de enero de 2011

Inconexo

Se trataba de mentir por encima de la piel y las huellas de dolor y suciedad que la tortura había multiplicado en su cara. La infancia, una mentira; la soledad, una lluvia de contradicciones. El mar, y escribía... Las nubes, las campanas, algunas presiones en el pecho: rezagos de recuerdos inmutables. Algo tan sencillo como querer ir a dormir y tejer la mentira más delicada, más incomprensible, más inverosímil. Se trataba de estar arropado entre los brazos de sus grandes amores y olvidar que la edad, que el espíritu, que las historias... hasta el punto en donde la verdad lo iluminara con su simpleza. Cantar y tejer esperanzas que se olvidan como manos que dejan de sentirse...
Lo encontré una tarde sentado con la mirada difusa, en la colérica sombra de una montaña de ladrillos pintarrajeados. Era la soledad en ciernes que se apresuraba a convertir su boca, hacerla más triste, volverlo más débil. Acostado y llorando alguna pena que no tratase de él mismo. Abrazarse y pensar en las verdades. Abrazarse creyendo que lo falso era lo único que le iba quedando en este humilde rincón de marejadas y estallidos.

miércoles, 5 de enero de 2011

Enero

A menudo creo que algo está interfiriendo, que no puedo ver tan claro como yo quisiera. Como si llenaran de humo el cielo, o las nebulosas pulularan. Los niños que manchan sus pinturas con las manos negras, jugando a la destrucción del arte, de la expresión misma que encierra los pensamientos sin materializarse, sin acabar. Estoy entre la tierra y las nubes, en una franja limpia y helada; una región de este universo que ha osado representar puramente lo que es, sin esquinas maliciosas ni monstruos tentadores. Estos lugares perduran, sea en donde sea, de la manera que se nos ocurra. Son nuestros puntos más dolorosos y llamativos, aquellos recuerdos a los que nos aferramos ciegamente. Sombras que ni la rutina, ni el sexo, ni los demás, ni nosotros mismos podemos eliminar. Hoy me encuentro dichoso, y aún así sueño un mundo delirante, donde todos los rostros se multiplican, donde el tiempo se extiende, donde la expresión de mi amor es una imagen viviente, sensible de sus entrañas, de mis entrañas. Su cuerpo es una más de las sombras que me acechan durante la noche, llamándome desde los escondites más instintivos. Me reúno con él y el mundo es un poco más nítido y más triste que antes. Me reúno con él y reposo mi cabeza en su pecho, como queriendo volver a ser el niño que no sabía de nombres, de historias, nombres y ojos que no logro desprender de los pensamientos.