viernes, 28 de enero de 2011

Inconexo

Se trataba de mentir por encima de la piel y las huellas de dolor y suciedad que la tortura había multiplicado en su cara. La infancia, una mentira; la soledad, una lluvia de contradicciones. El mar, y escribía... Las nubes, las campanas, algunas presiones en el pecho: rezagos de recuerdos inmutables. Algo tan sencillo como querer ir a dormir y tejer la mentira más delicada, más incomprensible, más inverosímil. Se trataba de estar arropado entre los brazos de sus grandes amores y olvidar que la edad, que el espíritu, que las historias... hasta el punto en donde la verdad lo iluminara con su simpleza. Cantar y tejer esperanzas que se olvidan como manos que dejan de sentirse...
Lo encontré una tarde sentado con la mirada difusa, en la colérica sombra de una montaña de ladrillos pintarrajeados. Era la soledad en ciernes que se apresuraba a convertir su boca, hacerla más triste, volverlo más débil. Acostado y llorando alguna pena que no tratase de él mismo. Abrazarse y pensar en las verdades. Abrazarse creyendo que lo falso era lo único que le iba quedando en este humilde rincón de marejadas y estallidos.

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