Sigo caminando, siguiendo sus cuerpos. Trato de encontrarte al final del camino, de regocijarme en tu regazo tibio, dormirme como un bebé de pecho, absorber tu alimento, saciarme, poseerte, pero cada paso borra un poco más el recuerdo tuyo y el que íbamos a retener cuando todo hubiese cambiado. Porque todo iba a ser seguramente más feliz que antes, porque nuestro fin era dejar de hablarnos y unirnos como un gran y esplendoroso ser. Porque la única manera de terminar mis pensamientos era evocar mediocremente nuestra historia llena de cursilerías, como la que escribo ahora.
Confieso que no existes, que eres un dios multiplicado por las nubes, que eres lo que hay en mí que soy yo, a la espera de ser penetrado por mi cuerpo. Sí, logré ser ese ser doble, sólo que nunca hubo un otro, la dualidad había sido mera ilusión de mi cerebro. Mi historia, para ser más preciso, había sido una sinapsis desviada. Errores como estos ocurren todos los días. No hay que temer, no hay daño: tengo todo controlado. Mañana será igual que hoy, mañana no habrá incertidumbre.
Ya lo ves, no había palabras, no faltaban. Nunca las necesité.
...
Muero lentamente...
...
Dime cómo lo haré para reencontrarte...