viernes, 31 de julio de 2009

Madrugada

Las luces del exterior rebotan en las paredes hasta llegar a mis retinas; las capturo como una realidad tangible y las retengo en mi memoria para iluminar el interior. Estiro mi cuerpo con dificultad mientras las sábanas calientan mi cuerpo. La noche se divide entre la porción iluminada por el faro y la oscurecida, se fragmenta y se reconstituye. El ciclo de la vida en su expresión más simple. Más allá de la luz se encuentran bestias y hombres, jugando a destruir la perfecta estructura de mi sueño.
Mi cama me cobija mientras la gran luz gira en torno a la tierra y los océanos. De vez en cuando algunos humanos logran ver mi morada y siguen de largo, preguntándose quién es el que se ha abandonado a una zona tan desierta. Mis ojos alcanzan a contemplar el movimiento de los barcos, cuyas rutas se dirigen hacia mundos que desconozco; luego se aferran al abismo de la noche y desaparecen de mi ventana.
El tiempo retrocede y avanza intempestivamente; experimenta saltos y dibuja siluetas nuevas que mi cerebro no puede entender. Sin embargo, todavía sigo despierto, y la noche se vuelve terriblemente eterna.

Trataré de dormir nuevamente.

En algún momento volveremos a ser.

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