miércoles, 8 de septiembre de 2010

El último hombre

Septiembre. Las olas despertaban lentamente del hielo austral. El sol volvía a asomarse luego de meses de ausencia. La naturaleza renacía por inercia astronómica. Para nuestro guardafaros el tiempo adquiría nuevos matices, más llamativos, como si transcurriera más deprisa y quisiera perpetuarse en cada centímetro de tierra. Era la hora del mediodía, cuando el sol eliminaba las sombras de su cuerpo y lo devolvía al presente. Se preguntó si podía haber otros como él, existiendo en algún lugar distante, deseando con la misma intensidad, soñando, eliminando hechos, recreando situaciones maravillosas. Se preguntó si alguna vez llegaría a conocerlos. ¿Serían como él? ¿Cómo los reconocería?

Entró en su habitación abrumado por sus nuevos pensamientos, llenos de nombres y personas desconocidas, próximas a ser descubiertas y adquirir importancia. Surgía en él un propósito renovado; se prometió no descansar hasta convertir en realidad cada una de sus visiones. Y cuando lo lograra, sería el fin de su camino.

Desde su ventana contempló el cúmulo de arreboles que se revelaban frente a sus ojos. Miró hacia el cielo; las primeras estrellas le indicaron el próximo paso. "Algún día -se repitió a sí mismo observándolas-, algún día volveré con ellos..."

1 comentario:

Nombre dijo...

Baja del faro po, hombre del faro.