En medio del silencio apreté firme mi mano. Los sonidos del exterior fueron fantasmas que se plegaron hacia otros planos, entregándome un paisaje libre. Sentí los pies en la tierra y cerré los ojos. Él no estuvo conmigo, lo que había inventado de su cuerpo había desaparecido.
En el cielo volaron mariposas; el sol brilló sobre mi cara derruida. Más que nunca, fue el momento para levantarme de la tierra.
El agua no tocó mi cuerpo.
Él había dejado de existir.
sábado, 25 de septiembre de 2010
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