martes, 5 de octubre de 2010

Hipóstasis

Luego de haber hecho el amor con las sombras, esparció el líquido vital en sus manos y lamió hasta el último de los espermios, no sin antes llegar a la conclusión, abstracta o como fuese, de que tarde o temprano, en una noche cualquiera, volvería a aniquilar a su propia especie.

Extendió los brazos y el mundo se paralizó en un segundo, haciéndole ver los innumerables rayos que la luz del faro provocaba en la lluvia.

Cerró los ojos y comenzó a soñar, hasta que la lluvia se detuvo y el sol se dispuso a aparecer. Cada uno de sus pequeños hijos nacían de su piel y se multiplicaban, empujados por los movimientos de su cintura. Soñó que detrás de él la vida se expandía a una velocidad infinita, pero manteniendo el mismo cuerpo. En ese momento, millones de nuevos hijos se gestarían al interior de sus entrañas.

Restaban pocas horas para que una nueva antropofagia comenzase.

El sol lo despertó de golpe en la tristeza, dejándolo con un sabor amargo en la boca y, su cuerpo, más solo que nunca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, probablemente lo sea