martes, 26 de octubre de 2010

Frío

Si fuera por mí, si no fuera por la locura que me corroe, mis pensamientos tendrían ojos y bocas y se agotarían de clamar por un pedazo de silencio, anhelando volver a ser intangibles. En ese viaje entre mi interior y el cielo se trazan historias volátiles, de esas que se olvidan al despertar y se recuerdan con otros rostros, otros paisajes. Si mis pensamientos hablaran, si mis cuerpos convergieran de cada relato en uno único, uno trascendente, por encima del deseo, de la fantasía, la necesidad de tener hambre y soledad, de la necesidad de necesitar; si por alguna razón lógica llegara al absurdo, entonces no podría escucharlos, porque no aparecen y no gritan mi nombre, porque no deseo escucharlos, porque infinitas sin razones que nacen a una velocidad mayor que los mismos pensamientos.

En estos días en que, por alguna extraña mecánica de la naturaleza, el polvo se reúne en espirales y levita frente a mis ojos, medito largamente sobre lo incuantificable; y mi reacción natural a nombrarlo, asignarle una utilidad a mi desdicha, logra distraerme entre los pasos que doy. Su voz y su imagen vuelven a la vida, como una introducción evidente de algo horrible e inevitable. Cierro los ojos y sonrío imaginando su cuerpo con absoluto detalle, pues sé que es la única manera de seguir sobreviviendo, anticipándome a cualquier asomo de rutina o normalidad.

Si mis pensamientos cobraran vida, si él...

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