sábado, 12 de marzo de 2011

Paréntesis

Sabía que no podrían observarlo, que los próximos barcos tardarían por lo menos toda la tarde en arribar a la costa. Sus ojos vidriosos mimetizaron el celeste del iris con el cielo cubierto de gaviotas, volando dispersamente entre la bruma. Los movimientos de la noche anterior se repetían como por inercia en su piel, aplastándose y contrayéndose, dejando fluir la sangre caliente hacia su sexo. "Amanece", pensó, al mismo tiempo que el viento se dejaba sentir libremente desde la ventana. Creyó que amanecía y su cuerpo expelía el olor a semen y saliva secos, cristalizados en los labios y el abdomen, como partes de una marioneta cansada. El agua borraría el asco; sólo la comunión de su cuerpo con el mar podría salvarlo del hastío. Se desnudó lentamente mirando cómo el agua se aclaraba por efecto de la luz proveniendo del oriente. Sólo él y las olas, su hermoso cuerpo que respiraba libertad, su sexo aún recibiendo la satisfacción que le habían causado, sin restricciones, sin mayores explicaciones que sus manos generosas desafiando la soledad.

1 comentario:

G! dijo...

libertad! es una sensacion buscada y efimera.