martes, 22 de marzo de 2011

Él

La noche nuevamente se traslucía como una historia de diminutos destellos pretéritos; una escena quizá muerta, quizá viva aún en pequeñas estrellas amarillas y ancianas, las cuales evocaban en nuestro guardafaro una sensación apacible, propia de aquellas horas lentas, donde su propia existencia era puesta en duda ante la quietud del océano. Bastaba cualquier sonido para devolverlo a la tierra, para que sus ojos se concentrasen en otras estrellas, otros mundos tan soñados, tan débiles como el suyo. Una noche que delataba los pasos dados a través de la arena y los recuerdos que lo acompañaban en su trayecto hacia el faro. Recuerdos que se transfiguraban conforme a los años, con diferentes rostros y nombres. Pensó en él, nuevamente, ese ser misterioso que creyó haberse encontrado en algún viaje, que creyó haber hecho suyo; hombre cuyo olor todavía penetraba su consciencia. Su cuerpo respirando e intercambiando fluidos con los de aquella sombra amorfa, sin nombre alguno, sin espíritu en el que atribuir tal creación, la única que lo hacía completamente dichoso.

El frío lo despertó de golpe de entre sus alucinaciones. Su cuerpo se encontró reposando suavemente a los pies del faro. La noche había arrastrado la mayoría de las estrellas hacia el poniente. En su cabeza rondaron pensamientos tristes y coléricos, difuminados por la extensión del cielo y de las olas.

No, jamás sería demasiado tarde.

En sus adentros, sabía que llegaría a encontrarlo algún día.

3 comentarios:

Paulaveutvoler dijo...

Bonito blog.

Jonathan dijo...

Gracias! Eres muy amable... Cómo llegaste a mi blog? Saludos.

G! dijo...

no, jamas es demasiado tarde :)