La fuente de mi creador me cegó desde el centro de mi cuerpo; dejé de ser un individuo, para formar parte del mundo. En su luz bañé mi rostro, y mis ojos perecieron ante la verdad de su mente. Fui por un fugaz instante invisible, como si la luz hubiese desintegrado mi cabeza hasta fundirla con ella. Mi amor trascendió todo lo que existe y configuró en mi silueta una energía inimaginable.
Luego la luz del faro siguió rondando. La oscuridad poco a poco se apoderó de mis ojos.
No me queda más que un ahora.
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