sábado, 7 de febrero de 2009

Cotidianidad

El sol me pega en la cara y me calienta mientras me detengo en las hormigas que caminan por la tierra: dispersas, encaminándose hacia cualquier parte; el instinto las lleva mientras en mi boca queda algo de cigarro. Esto cambiará en unos años; allí creeré distinto, veré o imaginaré otros animales minúsculos y me poblaré de presencias que conoceré gracias al trabajo de potentes microscopios. Lo que cae de la gran red nos es insuficiente: ahora debemos ampliarnos a través de telescopios y microscopios, porque ya no nos basta la vida que cargamos. Cambiarán las leyes, los principios que me sostienen, mientras siguen cayendo cosas de la red. Entiendo que las hormigas regresan a sus nidos porque han sido concebidas para aquello; quiero decir, trato de determinarme a diario pero, en mi caso, sabiendo que en pocas horas más deberé de planificar un nuevo yo y desechar el que hasta hace poco fumaba. Son pasos levantando figuras geométricas incomprensibles que devienen. "Nada es bastante real para un fantasma", y nosotros somos menos que eso. Viene un hombre, me arranca de la abstracción, se detiene, no me mira, piensa en el viento; carga un libro mediocre, piensa en las palabras: todos esos prostitutos de la palabra que lo mutilan. Se aleja. "Otro paraíso perdido", sí.

Otro paraíso perdido.

No hay comentarios: