jueves, 26 de febrero de 2009

Guardaparques

Ya no escribo cartas. Mi cuadernillo marca "Colón" sigue a mi lado izquierdo con la pluma-fuente llena de tinta lista para ser derramada en frases como "el Cola de tigre ya no sabe como antes; ahora se nota que ya no le ponen tanta leche", "me manché de nuevo los dedos con tinta" o "los días continúan su curso habitual, mientras yo me sigo estancando en un mundo que no planifiqué y del cual no siento el impulso para salir". No escribo ni cartas ni nada importante, porque esto no es importante ni nada de lo que sale antes; esto debía ser perfectamente escrito para que lo valorara, como los miles de estómagos en los que Kierkegaard digería sus palabras antes de escribirlas. Ni siquiera tengo a quién dirigir mis cartas, ni un amor, ni un amigo que de verdad extrañe, ni un desamor: nadie. Tengo ocho sobres que compré, pensando que los usaría de inmediato, y siguen allí, meses más tarde. Es todo: me he quedado completamente solo, hundido en el ocio de la pornografía, la mensajería instantánea y la televisión mediocre, viendo cómo a las personas no les importa que el mundo se desmorone, viendo cómo he huido de la gente para así poder beber tranquilo de mi cicuta.

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