domingo, 1 de febrero de 2009

Sabato

Martín quizá supo que para Sábato no fue sólo su lápiz, sino su hastío, su abandono. Martín quizá sólo fue un personaje más dentro de su mundo; algo que se perdió para siempre, borrando su estela sangrienta de sexo; un esqueleto sin piel y sin ojos con los cuales poder mirarse. Pero Sábato prefirió resquebrajarlo, violentamente, debajo de un relato armonioso cuyo único fin fue enloquecerlo. Martín sufrió y aún así no pudo ser liquidado completamente. Es que siempre el temor a los muertos, a los objetos que no han de reaparecer jamás. Ayer lancé al mar el único diario de vida que me quedaba y quemé todas las cartas que he recibido; entonces sólo permanezco en los pequeños recuerdos que algunos seres mantienen de mí y unas cuantas cartas ya pretéritas, obsoletas. Queda, ya al final de este viaje, descansar en este mundo con forma de enorme barriga, de cuya cabeza somos un triste sueño; marionetas que este gigante obsceno ha de emplear en sus futuras obras, así, jugando como siempre, como si nada tuviera importancia.

No hay comentarios: