domingo, 15 de febrero de 2009

Axiomática

Un hombre sentado, mirándome, no teniendo nada que hacer, siente fría su espalda al apoyarla contra la base del faro. No tiene otra cosa que hacer que esperar, porque en ciertas épocas del año (como ahora) siente que algo, alguna fuerza sobrenatural, se encargará de reanimarlo con una nueva fantasía. Sabe que no ha muerto porque llueve y hace frío y el faro es lo único que alumbra. Una gran obra de títeres delgados y húmedos, llena de malentendidos graciosos. Allí se dirige su vista, entre el océano; cruza con la vista el mar hasta perderse. Qué pequeño se vería el faro desde allí... Luego las marionetas danzan al compás de la revolución de la luz en un rincón en las que, sin ella, no serían más que ruido. Desecha, esta lluvia habrá de abandonarme; no quedará nada más que un hombre solo, sentado, mirándome como hacia un mundo invisible.

Mañana me masturbaré en el suelo con ramas secas y, cuando termine, bailaré usando distintos ritos extra-marinos.
Entonces me cansaré y caminaré lentamente hasta llegar al medio de las rocas.
Levantaré los brazos, gemiré, me dolerán los ojos. El sol... infame, consumiéndose, consumiéndonos.
Sesenta y cuatro muertos que no volverán a ver la luz, hundidos en el eterno abismo del océano.
Mi sombra retornará al placer y luego seguirá danzando hasta cansarse; contemplará un arbusto seco de invierno...
Sus restos serán tragados por hombres-bestia insaciables.

1 comentario:

Yasmin dijo...

Loco, siempre empiezas en el faro, siempre acabas en hombres insaciables.
¿Qué está pasando?
Los meses en pichí te han llenado de pipí y popó tus recovecos.
Salí, corré, corréte una en el infinito, te aseguro un orgasmo cósmico.