miércoles, 5 de agosto de 2009

Verdad

Se quedó inmóvil frente al espejo, observando sus ojos recién despiertos por la tarde. Afuera los últimos disfraces del cielo arropaban el espacio de su oscuridad, mientras que en su rostro la soledad le permitió despojarse de todas las máscaras, sintiendo cómo la carga se aligeraba.
Sus gestos fueron revelándole cicatrices de recuerdos a punto de extinguirse; en los ojos pudo contemplar la vida de una mujer que en su interior anheló nacer, pero que siempre fue reprimida. La melancolía de la mujer y su amo se fundían en el espejo como un único ser, cuyo amor arañaba la memoria e intentaba aferrarse a ella.
Recordó al hombre que había amado toda su vida, pero no podía distinguir sus facciones. Entonces comenzó a dibujar sus ojos y luego su boca, tratando de imitar lo que fue, sin éxito. Era inútil: lo había olvidado. Había muerto su rostro, desaparecido de su mente.
Comprendió que la soledad no abandonaría jamás su cuerpo.

La luz del sol fue disminuyendo paulatinamente, dejando paso a la luz del faro.

Solamente él y sus recuerdos.
Él... y sus recuerdos.

Él.

No hay comentarios: