domingo, 30 de agosto de 2009

Palingenesia

Abrí los ojos y oí la señal. Me quedé tumbado en la cama y miré fijamente el techo hasta que todo lo demás desapareció de mi mente. Comenzó a llover y luego aparecieron los primeros relámpagos. Mi cuerpo se encogió en dirección al poniente. Había llegado la hora.

Me levanté y caminé hacia la ventana; asomé mi brazo derecho para sentir la lluvia; la palma de mi mano se llenó de agua. Bajé las escaleras y salí de la casa; la electricidad del cielo y del faro iluminaban mi cuerpo. Fui quitándome la ropa hasta quedar desnudo.

Me arrodillé y levanté los brazos; grité desde lo profundo de mis entrañas y luego me recosté en el suelo. Los rayos herían salvajemente la apatía de la noche.

Sentí cómo mi cuerpo se enfriaba.

Sin siquiera darnos cuenta,
nos fuimos quedando dormidos,
hasta alcanzar, con asombro,
el más absoluto de los sueños.

Cerré los ojos y respiré profundo. En pocas horas más volvería a amanecer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

TE AMO

Anónimo dijo...

Por que no hay nada nuevo?