viernes, 27 de febrero de 2009

Era tarde,

pero él habría estado toda la noche incluso, porque afuera había más aire que nunca; era como un fuerte huracán que lo acechaba. Sintió el viento en su cara y los zumbidos de otras eras, aplastándose unas sobre otras, golpeando ligeramente sus tímpanos. Era tarde y no había nada que hacer, salvo hipnotizarse en las revoluciones del faro y contar sus vueltas devotamente.

¿Éramos nosotros?; seguí tus pasos, tus huellas, como aquel loco que, de tanto huir, ya no reconoce su tierra. Ahora has desaparecido; entonces, ¿para qué?
La costumbre... Recuerdo que tu cara, en medio de la noche, fija ante la luz...; ella da vueltas y tú te ocultas y contrasta tu pelo con ella y la encandilas y las horas... No sabes que guiamos viajeros mientras nos hundimos, ¡más y más perdidos, más a cada vuelta!

No.
Tú no existes.

jueves, 26 de febrero de 2009

Guardaparques

Ya no escribo cartas. Mi cuadernillo marca "Colón" sigue a mi lado izquierdo con la pluma-fuente llena de tinta lista para ser derramada en frases como "el Cola de tigre ya no sabe como antes; ahora se nota que ya no le ponen tanta leche", "me manché de nuevo los dedos con tinta" o "los días continúan su curso habitual, mientras yo me sigo estancando en un mundo que no planifiqué y del cual no siento el impulso para salir". No escribo ni cartas ni nada importante, porque esto no es importante ni nada de lo que sale antes; esto debía ser perfectamente escrito para que lo valorara, como los miles de estómagos en los que Kierkegaard digería sus palabras antes de escribirlas. Ni siquiera tengo a quién dirigir mis cartas, ni un amor, ni un amigo que de verdad extrañe, ni un desamor: nadie. Tengo ocho sobres que compré, pensando que los usaría de inmediato, y siguen allí, meses más tarde. Es todo: me he quedado completamente solo, hundido en el ocio de la pornografía, la mensajería instantánea y la televisión mediocre, viendo cómo a las personas no les importa que el mundo se desmorone, viendo cómo he huido de la gente para así poder beber tranquilo de mi cicuta.

jueves, 19 de febrero de 2009

Wiosna

No, no pensó lo mismo que yo; Chopin pensó en otra realidad más estética, más elevada, más invadida de ficciones, más evolucionada que la mía. Estoy cansado y lo único que me queda por hacer es aplanarme en mi colchón oyendo algunas notas arrastradas, queriendo dormirme luego para arrancarme el dolor de cabeza. Chopin no se levantó todas las mañanas pensando si valía la pena hacerlo; él se levantaba y componía, vertía su dolor, su posible infierno, lo que fuese, en una partitura, liberándose del tormento que le provocaba el ocio. Sin embargo, Chopin nunca pensó que su música se aplicaría como principio a todos los seres melancólicos, que lo interpretan a su modo sin poseer más que el sentido de oírlo, de apropiarse de él, mientras piensan en cualquier cosa triste o patética.
No, no era el amor, no era la culpa; sólo la pena de saberme extinto, vacío de tanta mentira, comprometido hacia nada, encaminado hacia ninguna parte. Era el amor en su falsedad más evidente. Chopin, pero no eras tú...

Discúlpame por manosearte de nuevo.

domingo, 15 de febrero de 2009

Axiomática

Un hombre sentado, mirándome, no teniendo nada que hacer, siente fría su espalda al apoyarla contra la base del faro. No tiene otra cosa que hacer que esperar, porque en ciertas épocas del año (como ahora) siente que algo, alguna fuerza sobrenatural, se encargará de reanimarlo con una nueva fantasía. Sabe que no ha muerto porque llueve y hace frío y el faro es lo único que alumbra. Una gran obra de títeres delgados y húmedos, llena de malentendidos graciosos. Allí se dirige su vista, entre el océano; cruza con la vista el mar hasta perderse. Qué pequeño se vería el faro desde allí... Luego las marionetas danzan al compás de la revolución de la luz en un rincón en las que, sin ella, no serían más que ruido. Desecha, esta lluvia habrá de abandonarme; no quedará nada más que un hombre solo, sentado, mirándome como hacia un mundo invisible.

Mañana me masturbaré en el suelo con ramas secas y, cuando termine, bailaré usando distintos ritos extra-marinos.
Entonces me cansaré y caminaré lentamente hasta llegar al medio de las rocas.
Levantaré los brazos, gemiré, me dolerán los ojos. El sol... infame, consumiéndose, consumiéndonos.
Sesenta y cuatro muertos que no volverán a ver la luz, hundidos en el eterno abismo del océano.
Mi sombra retornará al placer y luego seguirá danzando hasta cansarse; contemplará un arbusto seco de invierno...
Sus restos serán tragados por hombres-bestia insaciables.

sábado, 7 de febrero de 2009

Cotidianidad

El sol me pega en la cara y me calienta mientras me detengo en las hormigas que caminan por la tierra: dispersas, encaminándose hacia cualquier parte; el instinto las lleva mientras en mi boca queda algo de cigarro. Esto cambiará en unos años; allí creeré distinto, veré o imaginaré otros animales minúsculos y me poblaré de presencias que conoceré gracias al trabajo de potentes microscopios. Lo que cae de la gran red nos es insuficiente: ahora debemos ampliarnos a través de telescopios y microscopios, porque ya no nos basta la vida que cargamos. Cambiarán las leyes, los principios que me sostienen, mientras siguen cayendo cosas de la red. Entiendo que las hormigas regresan a sus nidos porque han sido concebidas para aquello; quiero decir, trato de determinarme a diario pero, en mi caso, sabiendo que en pocas horas más deberé de planificar un nuevo yo y desechar el que hasta hace poco fumaba. Son pasos levantando figuras geométricas incomprensibles que devienen. "Nada es bastante real para un fantasma", y nosotros somos menos que eso. Viene un hombre, me arranca de la abstracción, se detiene, no me mira, piensa en el viento; carga un libro mediocre, piensa en las palabras: todos esos prostitutos de la palabra que lo mutilan. Se aleja. "Otro paraíso perdido", sí.

Otro paraíso perdido.

domingo, 1 de febrero de 2009

Sabato

Martín quizá supo que para Sábato no fue sólo su lápiz, sino su hastío, su abandono. Martín quizá sólo fue un personaje más dentro de su mundo; algo que se perdió para siempre, borrando su estela sangrienta de sexo; un esqueleto sin piel y sin ojos con los cuales poder mirarse. Pero Sábato prefirió resquebrajarlo, violentamente, debajo de un relato armonioso cuyo único fin fue enloquecerlo. Martín sufrió y aún así no pudo ser liquidado completamente. Es que siempre el temor a los muertos, a los objetos que no han de reaparecer jamás. Ayer lancé al mar el único diario de vida que me quedaba y quemé todas las cartas que he recibido; entonces sólo permanezco en los pequeños recuerdos que algunos seres mantienen de mí y unas cuantas cartas ya pretéritas, obsoletas. Queda, ya al final de este viaje, descansar en este mundo con forma de enorme barriga, de cuya cabeza somos un triste sueño; marionetas que este gigante obsceno ha de emplear en sus futuras obras, así, jugando como siempre, como si nada tuviera importancia.