El príncipe se dirigía raudo al castillo en cenizas. Su princesa estaba repartida en trozos por entre las rocas. En su locura bebió y besó la poca sangre húmeda; porque traicionar su promesa, no, eso nunca.
Las hadas han muerto con ellos, pero él vive, todavía. Es un cobarde: ante todo, él.
Quedan más castillos.
La sangre se quita con agua y jabón, aunque nadie lo crea.
Ante todo, él.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario